sábado, 29 de agosto de 2009

hoy vi algo raro




Hoy cuando sali a correr en la costanera vi un gallo degollado con velas y bultitos de maiz a la vuelta. admiro a los chamanes aca porque realmente conseguir un gallo vivo para degollar es toda una historia. y no se porque me acorde

I

Partimos lo mas rápido aun sin entender demasiado porque íbamos. El turco se vino medio sucio porque no le di tiempo a bañarse. Nos subimos a la ambulancia y me empezó a preguntar donde íbamos y porque. El adonde íbamos sabia, el porque, como todos los que nos hacemos los seguros, no lo sabia explicar bien.

Manuel respondió rápido al bocinazo y salto el charco y se sentó en la ambulancia como si fuese un bombero a apagar un incendio. Se empezó a prender los botones de su chaqueta blanca con cuello celeste. Su mujer se quedo en casa porque la nevada de los días anteriores no dejaban muchas dudas de donde era mas lindo estar. Y claro esta, no la vi pero seguro puteaba porque otra vez le sacaba a su marido fuera de su horario de trabajo, y porque este no pensó un minuto si era justo o no sacarle otro minuto mas a su familia.

En el camino empezamos a charlar sobre esa lluvia y ese frío invernal. El, como todo buen paisa agradecía el agua y ese día su ritual de caminar por la plaza de la ciudad con ese hijo desdentado en medio de la lluvia fue su plegaria para agradecer al meteoro, y para confirmar una vez mas que sobre gustos no hay nada escrito. Y esa excéntrica simpleza me lleno de cierta alegria, habia sido una semana dura y llena de preocupaciones. Sin duda, fueron buenas palabras.

Y en ese camino pedregoso y oscuro empezamos a pensar a razones de porque íbamos. No lo sabíamos. Ninguno de nosotros tres. Pero era un excelente momento para inventar razones. Sangre y alguien agonizando, unos cuarenta kilómetros de camino en una pampa pelada, y un llamado telefónico, excelente propuesta para toda fabula.

-El tipo que era de San Martin, guitarrero y con cara de borrachin. Tenia que ser el. Seguro cobro su primer jornal y se mamo todo, las varices esofagicas no lo acompañaron en su alegria, o su estomago se quejo de lleno y esa sangre borracha como estaba se descontrolo en su salida- Manuel le habia dado comida, un poco de charla y le marco el pronostico en nuestra zona: futuro trabajo para nosotros.

-Pero, si estaba borracho tambien podria haber estado compartiendo, y esa guitarra con ese vino es una invitacion para hacer grandes amigos. Y todos sabemos, todos los grandes amigos que tienen un facon en la cintura y estan medio tomados les gusta desconocerse por un momento y agarrarse a cuchillazos-

Y esa zona era de mala suerte. El frances se murio sentado frente a la chimenea tomando una grapa sin saludar a nadie porque los tipos que tienen la sangre dulce no le gustan las despedidas. Y dos meses después, en el mismo lugar, en la misma silla y en la misma posición su peon considero que era buena idea seguir el ejemplo de su patrón y se murió nomás, de pendenciero que era.

Pero porque nos llamaron, porque estaba todo tan oscuro, porque no lo llevaron ellos, porque alguien agonizaba y como sabían que agonizaba, porque llamaron a la policía y ellos a nosotros, porque, porque, porque. Muchas palabras para decir que no teníamos idea de lo que pasaría. Pero los paisas no podemos vivir sin historia.

II

Ya en la oscuridad encontramos la huella a la estancia, y a pesar de que nos lo prometieron no había nadie esperándonos. Una auto nos habia avisado que gente en la estancia la Mara estaba pidiendo auxilio y que habia ocurrido algo grave. La misma explicación, alguien con sangre y agonizando. Y que nos iban a estar esperando. La misma explicación y mas dudas.

En medio del camino un cuzco negro se nos cuzco. Un cuzco no se va tan lejos de su dueño, no anda solo en la nieve y tan lejos de una casa. Y menos corre por el camino sin ladrarnos y huye despavorido. Todos coincidimos en algo: eso no nos parecía normal y no sabíamos que historia inventar y la percepción de que algo estaba fuera de lo normal nos empezó a invadir. El turco no hablaba como antes, Manuel estiraba el cogote a ver si podia ver algo antes de que la camioneta llegue a la estancia y yo, como siempre, hablaba si me convenia, y aquí parecia que no.

Una camioneta azul estaba estacionada en medio de la nieve a escasos metros de la casa con sus luces prendidas. Algunas luces de linternas y un tipo cabellera larga caminaba en medio de la oscuridad. Nuestros temores empezaban a hacerse ciertos. Tenían el vehiculo ideal, mejor que el nuestro para trasladarlo y no hicieron. Lo que fuese que estuviesemos por descubrir nos hizo decir lo mismo: porque, porque, porque. Porques del turco, de Manuel y porques mios. Todos juntos no comprendiamos nada.

Esa casa rodeada de nieve y oscuridad, ese silencio, esos signos de mal agüero. Todo estaba predicho y no necesitabamos decirle al turco que estacionase rapido. Los tres sabiamos que algo malo habia pasado.

El tipo de pelo largo era el que caminaba mas tranquilo en medio de la nieve. Manuel lo reconoció: era el guitarrero de San Martin. El sospechoso numero uno se desvanecio. Estaba sobrio y caminando con una rama entre los dientes afuera de la casa. Y si el no fue, las cosas estaban lejos de ser alguna sospecha posible de deducir. Lo que ibamos a encontrar nos iba a sorprender.

El pibe que salio por la casa salio y grito algo que no pude escuchar bien. El desconcierto y la adrenalina que me preparaban para algo imprevisto me empezó a correr por todo el cuerpo. Y el pibe con la cara preocupada y partida de sufrimiento nos seguía gritando. Entendía que lo que lo que le asustaba estaba adentro de esa casa con luces de linterna que no dejaban anticipar nada la escena. Manuel me lo tradujo: -“el hermano, adentro de la casa.”-

Una persona mas que sale de la casa y no se si el decía algo. El equipo deportivo rojo medio fuera de clima para el frio que hacia. El nos exigía que vayasemos a ver adentro lo que ocurría y nos señalaba esa casa que le daba un poco de miedo entrar. Y decía cosas que tampoco escuchaba. Y Manuel me lo seguia traduciendo: -“Adentro. Disparo.”-

Y un ultimo señor con ropa oscura, su cara triste, lento, salio y se quedo parado. Y no decia nada. El, cara curtida por el viento, boina y bombacha al tono, estaba ahí parado.

Bajamos apurados sin saber adonde ir y me calce los guantes y le di un par a Manuel y al turco tambien que bajo para ver si entendia un poco mas. Nos bajamos y empezamos a correr por la nieve rodeando la camioneta azul hacia la puerta de esa casa. El guitarrero, tranquilo, porque sabia mas que todos nosotros.

Manuel llego primero y pidio alguna explicación y entendio antes de que yo entendiera. Se detuvo un momento, me dijo algo que no recuerdo y me dejo caminar a mi primero al lugar señalado.

Ahí vimos el ultimo signo de que esa noche seria marcada por la desgracia. Un zorro deshollado tirado en la nieve todavía dejaba hilos de sangre en medio del blanco. Un zorro que no sabiamos como habia llegado ahí ni como se lo habian olvidado. A nadie de los que estabamos ahí les importaba demasiado y en el apuro a mi tampoco, pero me basto dos segundos de pensamiento para asustarme justo en el momento en que iba a entrar a esa casa.

Finalmente cruce la puerta y empecé a caminar por un pasillo oscuro de esa casa húmeda con ladrillos de barro en medio de los gritos de una mujer, gritos que no entendía y llantos de susurros de gente que sabia que me esperaba pero no eran lo suficientemente valientes para decirlo claramente. Quería que lo viera con mis propios ojos. Con mis propios ojos en medio de la oscuridad. Los gritos sabia, me señalaban el final del camino. Un camino que sabia me iba a llevar al verdadero comienzo.

Quizás no fue más de un minuto, pero el miedo alarga los segundos.

III

Correr, oscuridad, pasillo y griteríos y llantos de voces que uno no conoce. Y una luz de escenarios a la que me aferraba. Y al final, unas piernas que sobresalían del marco de una puerta. Piernas largas, flaccidas en un suelo frió de fines mayo patagónico. Y ni un solo movimiento de esas piernas.

Al atravesar esa puerta el cuerpo tendido de un muchacho, con esa respiración que no dejaba de murmurarnos la gravedad de la situación. Y el llamado tenia razón, sangre y alguien agonizando. Esa agonía se aferraba a ese suelo húmedo y frío, a pesar de que el disparo le salpico de sesos la cara. Huecos en el cráneo que se palpaban sin duda a pesar de la oscuridad y una madre que nos decía en llantos: -se pego un tiro¡.-

Esa misma tarde, hacia unas horas, Boca Juniors había ganado otra vez un partido fundamental, de esos que hacen vibrar multitudes. Y este muchacho usaba una camiseta del club de la ribera, extraña forma de festejar un triunfo. Y ese revolver escondido en atrás de su espalda, era lo único que brillaba esa tarde, que se iba a convertir en una larga noche.

Y con la esperanza media floja porque veía que era inevitable su muerte, respiramos un segundo y empezamos a hacer nuestro trabajo. Manuel trajo la tabla, le abrimos la vía aérea, lo empaquetamos y lo subimos a esa ambulancia para salir rápidamente en busca de otro final. Y la ambulancia no nos ayudaba, ni el padre que nos acompaño y que hablaba poco, ni tampoco nos ayudo el enfermero del turno anterior que no se había fijado en que condiciones estaba esa ambulancia. Con tan poca ayuda esos cuarenta y dos kilómetros en camino de ripio nos parecieron interminables.

En medio de ese viaje con saltos y mascaras de oxigeno que volaban por todos lados, el pibe se empecinaba en seguir respirando y nosotros en seguir apoyándolos en su decisión. Y en medio de los saltos puteabamos porque esa mascara no podía dar mas que lastima. Y llamábamos por radio para que nuestro hospital, nuestro pequeño hospital nos diese un poco mas de aire pero para nosotros, que no podíamos hacer demasiado en esa situación.

Y empezamos a limpiar esa cara en el camino de ese puré marrón-amarillo, sin saber porque, sin saber que solucionaba sacar un poco de puré de masa encefálica de los ojos de alguien. Y empezamos a mirar con mas detenimiento ese cráneo destruido por afuera por dos huecos, y por adentro por un vacío que se suponía debía estar lleno de alegría adolescente. A pesar de haber visto, de haber llegado, de haber escuchado, seguíamos sin entender.

Y al llegar a ese pavimento, nos empezó a alcanzar cierta esperanza. Estábamos llegando a la primer meta, porque no podíamos llegar un poco más lejos. Si estaba casi todo perdido, porque no intentar.

Bajamos de esa ambulancia y ya nos esperaban. El turco salio rápido a cambiar de ambulancia y nosotros enfilamos hacia esa guardia. Susana trajo otra mascara de oxigeno y miro con cara de preocupada, pero ella se pone eficiente y seria en esos momentos difíciles y eso ayuda. Gladis ya estaba con los guantes puestos, un poco tímida como había estado esa semana, impresionada porque nunca vio algo así en su corta carrera. Nelly llego con Gustavo, llenos de solidaridad porqué no era su turno y sabia que se necesitaba ayuda y se dirigieron con la rapidez de alguien que esta dispuesto a hacer lo que sea necesario. Manuel seguía dirigiendo. Y empezamos nuevamente.

Oxigeno, líquidos endovenosos, tubos en la traquea, sondas en la vejiga y en el estomago. De esta ultima un material amarronado, repleto de pequeñas partículas blanquecinas como pastillas. De las otras salía o entraba lo usual, oxigeno, solución fisiológica y orina. Susana corto esa remera boquense. Esos monitores me volvieron a sorprender a pesar de que no queria mas sorpresas esa noche: latia y respiraba como lo que era una hora atrás: un pibe sano.

Y de vuelta, a pesar de lo inútil, a pesar de lo ridículo, alguien se concentraba en limpiarle la cara. Alguien mas útilmente, se ocupo de abrigarlo, y el, realizaba unos raros movimientos de rotación interna con los puños cerrados de sus brazos y flexión de sus piernas. De esos orificios seguía saliendo masa encefálica, y sin tener una explicación lógica más que la estética de los pacientes críticos, coloco una venda apretada para que no siguiese saliendo.

Sus familiares ninguno vino con nosotros hasta el Hospital, salvo su padre que estaba afuera y algún que otro curioso que se entero. Ya en el hospital, al revés de la casa fantasmal, poca gente lloraba y gritaba, demasiada poca.

Le dije a Gladis si quería venir con nosotros, a Manuel que se fije que este todo lo necesario. Y ahí El corazón me empezó a latir más rápido y fuerte: -Vamos a Comodoro- me dije. -Preparen todo, si llegamos llegamos, y sino quizás podamos salvar a alguien-.

Todos empezaron a concentrarse, todos empezaron a verse como quien dice un desafió. Todos nos detuvimos, respiramos un segundo y empezamos a preparar todo para el viaje. Trescientos veinte kilómetros con un pibe con un tiro en la cabeza, con trozos de cerebro que salpicaron hasta mi ropa y la irracionalidad de que este vivo.

El turco golpeando con el talón el piso en forma nerviosa para despertarnos de la indesicion. Salir disparando era lo que el pensaba. Y disparar era disparar. Y el Manuel se fue disparando para la ambulancia porque entre ellos se leían el pensamiento y se tenían medido el tiempo. En cinco minutos Manuel, El turco, el papa, el pibe perforado, Gladis y yo estabamos en esa ambulancia camino a Comodoro Rivadavia.

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